Esta semana se está presentado el libro «Salvador, la increíble historia de Salvador Alvarenga y sus 438 días a la deriva».
En este libro se narra como el pescador Salvador Alvarenga, salvadoreño que vivía en México, sobrevivió a base de pescado, aves, sangre de tortuga y sus propios orines, durante 438 en un naufragio.
La novela se centra en las conversaciones del autor, Jonathan Franklin con Salvador en las que le cuenta todas las vicisitudes sufridas durante estos 14 meses.
Lo que más recuerda Salvador de cuando consiguió tomar la costa del Atolón Ebón, a 10.800 km de distancia de su puerto de partida, fue la copiosa comida y el arroz con coco seco. Esta fue la primera comida que se llevó al cuerpo tras el naufragio.
Desde que en noviembre de 2012 se echara a la mar con Ezequiel Córdoba, que era un chico joven sin experiencia, habían pasado 14 meses en los que había tenido que sobrevivir con mucha fuerza de voluntad y espíritu de supervivencia.
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El día que iban a salir a pescar, había predicción de temporal, pero los dos pescadores continuaron pescando ya que los días anteriores habían conseguido muchas capturas y pensaban que este iba a ser otro día bueno.
La embarcación era una lancha pequeña de 7 metros de eslora sin cabina, por lo que al recibir el temporal quedaron sin GPS ni otros medios para poder comunicarse.
Aun así, consiguen regresar hacia la costa pero la mala suerte se cebó con ellos y cuando están viendo tierra, sufren la enésima desgracia ya que se rompe el motor.
Ahí comienza la angustia de los dos náufragos, que al sexto día deben comenzar a beber su orina, ya que no tenían utensilios para recoger el agua de lluvia que lamían directamente de la lancha.
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Posteriormente comenzaron a tomar también sangre de tortuga, cosa que Ezequiel Córdoba se niega a beber y fue el origen de su deterioro. Al cuarto mes del naufragio Ezequiel muere.
Salvador explica que mientras se encontraba muy enfermo, trató de ayudarle y que tomara algún alimento, pero se negó, solamente le pidió que no le comiera cuando muriera.
El salvadoreño residente en México, es una persona muy positiva, lo cual le salvó de fallecer en el naufragio.
Quería llevar los restos de Ezequiel a su familia pero al octavo día de estar conviviendo con el cadáver de su compañero, decide tirarlo al mar.
Salvador se defiende de las acusaciones de la familia de haber practicado canibalismo, ya que para entonces tenían comida suficiente en el barco proveniente de pescado y aves.
Cuando desaparece Ezequiel sufre una bajada de moral importante, pero intenta sobreponerse. Explica que para no volverse loco pensaba que estaba en casa y hacía sus labores cotidianas. Eso le ayudaba a mantener la mente en algo que no fuera la muerte.
Una de las actividades que le ayudaron a mantenerse vivo fue lanzarse al agua y nadar. Lo utilizaba tanto para poder mover las piernas como para su higiene personal.
Vencido el miedo inicial a los tiburones que abundan por el Pacífico, se convirtió en una práctica habitual que además le permitía atesorar numerosa «basura» que utilizaría para la recogida de agua y la caza y pesca.
En la actualidad Salvador vive en El Salvador con su mujer y su hijo de 6 meses aunque tiene intención de volver a México y a trabajar en la pesca como antes, eso sí, cuando consiga perder el miedo al mar.
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Editora del portal online Nautical News Today. Licenciada en Ciencias Medioambientales y especialista en recursos renovables.