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Cabeza de Perro, un pirata con conciencia

20 abril 2016

El pirata Cabeza de Perro, nació en Tenerife aunque gran parte de sus negocios los realizó en La Habana donde vivía lujosamente, nada que ver con su sencilla vida en Tenerife.

El apodo le vino por sus rasgos físicos, que según describe Jose Manuel Ledesma era “grueso y rechoncho, de nariz chata, ojos pequeños y hundidos, boca larga con separados dientes, cabello trigueño y cabeza muy abultada -a la vez que deforme- con enormes protuberancias, razón por la cual usaba ceñidor y capucha de color negro al objeto de cubrírsela”, vamos, se puede decir que no dejaba indiferente.

cabeza de perro
Ruinas de su casa en Igueste de San Andrés

Entre sus negocios, como la mayoría de sus compañeros de profesión, se encontraba la trata de esclavos y el tráfico de maderas nobles y marfil y como no el ataque de las embarcaciones que navegaban por el Caribe. Dentro de su pundonor, dejaba sin atacar a aquellas que se cruzaba por las zonas cercanas a las Canarias (que luego no se diga).

Esa conciencia que aparecía en contadas ocasiones, fue su punto débil al final de sus días, ya que atacando al bergantín El Audaz desde su Invencible, sentenció a muerte (sin juicio ni sentencia) a toda la tripulación, apiadándose de una mujer y su hijo que se habían escondido y los encontraron cuando ya había pasado el momento de la masacre.

Aun así, que para eso era pirata, los lanzó al agua y los abandonaron en medio del Caribe. Quiso la casualidad que pasara por allí un velero italiano que pudo recatarlos y debido a las características físicas tan reconocibles de Cabeza de Perro fue fácilmente identificado.

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La matanza que realizó en El Audaz dejó tocado y medio hundido a Cabeza de Perro, el cual quiso volver a Tenerife para retirarse de la vida pirata a su vieja y austera casa en Igueste de San Andrés. Al bajar del barco, la multitud del puerto se burló de él y fue atacado por su raro aspecto y se defendió con un cuchillo con mango en forma de cabeza de perro, lo cual le delató.

Fue encarcelado durante un tiempo en que construyó maquetas de barcos y finalmente condenado a muerte. “En los instantes previos a la ejecución pidió un habano, donó la maqueta de un bergantín a la Virgen del Carmen y para demostrar su personalidad arrogante hasta el final, se atavió un pañuelo rojo en la cabeza y lanzó una mirada y una sonrisa irónica mientras recibía los disparos que acabaron con su vida” (José Manuel Ledesma)