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La gran figura del proa en las regatas a vela

16 enero 2010

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Este artículo viene en origen del blog de Kolo-Sailing, amigo de este blog que desde la Argentina hace una gran labor como personal trainer de vela.

Espero que lo disfrutéis como lo he hecho yo hace un momento.

«Es una persona que tiene que combinar la agilidad de un mono con la fuerza de un elefante, debe tener la vista de un gavilán, el oido de un ratón, la resistencia de un bambú cortado en noche de luna, debe poseer el pescuezo de una jirafa, para ver detrás de la vela de proa los barcos que navegan a sotavento, y la capacidad de respirar bajo el agua.

Se prefieren los que tienen mucha espalda o aguante para que puedan hacer de chivo expiatorio y que tengan cuatro o más brazos con sus respectivas manos, estas, delicadas tipo partera para desatar los nudos criminalmente hechos por los capitanes y/o sus inmediatos de media cuchara.

Debe saber torcer el pescuezo por horas enteras, para cantar la proa, debe tener el peso justo con la tolerancia de gramos que le permita acostarse sobre herrajes y escotas, en ceñidas apretadas que nunca terminan.

Solitario, en la proa de un barco a vela, poder, como un verdadero ermitaño, dedicarse a sus propias ideas, deberá estar siempre listo para ejecutar ciegamente toda orden que venga del cockpit, aunque sea trabuchar seis veces en cinco minutos.

Solo puede fumar o alimentarse cuando hay viento de popa, pues de otra forma el agua lo arrancaría de cubierta con sandwich y cigarrillos en dos tiempos.

Es el sacrificado de las regatas victoriosas, pues por un incomprensible motivo de economia, no recibe medallas, desapareciendo del palco, luego de obtenida la victoria, con el esqueleto dolorido, los ojos hinchados por el agua, la boca amarga, las manos rígidas de tanto sostenerse, pero con el corazón palpitante pues… «ganamos».

Port Mieres, primavera de 1983.»