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[lang_es]La historia de una tempestad en la Antártida. III de IV[/lang_es]

25 febrero 2009

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La historia continua. A que es emocionante!!!

«Estamos paralizados en el puente de mando, nos miramos empapados de agua, tiritando de frío, y el pánico está en todos nuestros rostros. Nadie de nosotros incluido el capitán ha estado en esta situación, a punto de perder la vida de una manera terrible. Nadie dice nada, todos callamos, y parece que asumimos que todo se terminó, que nada podemos hacer. Las velas son una locura, e intentar sujetarte en el exterior a 200 km/h de viento con el barco escorándose para cualquier parte, nos parece imposible volver a salir al infierno. Estamos seguros que alguno ya nunca más regresará…

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Esta vez, tengo que admitir, que me rebelé, no quise aceptar el destino tan tenebroso que se nos venía encima. Grité alto y claro: «¡¡Yo voy a salir, prefiero pelear a dejarme arrastrar a los acantilados, y morir como un perro!! Quien quiera venir que venga pero saldré a cortar las malditas velas.»

El motor del barco no puede con la fuerza del viento si estas velas siguen hinchadas, y ahora giramos 360º continuamente sin parar como un tío vivo. María dice que viene, Emilio deja la cámara, pues todo esta documentado, y dice que también viene, al igual que Luis Turi, Any y Marcelo. El pobre Matías esta fuera de combate, el niño no queremos que salga, y Nacho es necesario para ayudar al capitán en el puente. Nos organizamos y nos damos ánimo.

Salimos al infierno, eso era realmente el infierno. Nos agarramos como podemos, otra vez en el mástil. Las olas nos tapan enteros cuando deciden atravesar el barco, pero nos fundimos con los agarres que tenemos a mano. En una ocasión veo a María, que literalmente hace la bandera agarrada al mástil, ha resbalado y se sujeta con fuerza, pero la brutalidad del aire la levanta como una pluma. Armados con cuchillos de cocina y machetes, rajamos la tela, para hacer jirones a las fuertes velas, cortábamos como podíamos, casi sin poder ver del viento y la nieve directamente sobre los ojos. Yo me agarro como una lapa al mástil y empiezo a rajar como si fuera el asesino de la película viernes trece, y en una de estas le pasa la cuchilla de mi arma directamente por la cara de Any, ella lo esquiva con la mano, y le desgració la palma de la mano de un tremendo corte, que sangra abundantemente. Le digo que lo siento y que entre al puente, ella asombrosamente dice que continúa.

Es terrible la situación, cortamos como podemos, nos caemos por la cubierta del barco y nos agarramos a cualquier cosa. Emilio clava su navaja contra todo, y lo peor de todo es que ahora los jirones se azotan con tanta violencia que si te enganchan te pueden matar sin duda alguna. María nos dice que nos arrastremos por la cubierta para que las poleas, cabos de cuerdas, trozos de vela, y un sinfín de metales que vuelan por todas partes no impacten contra nosotros.

Es la situación más desesperante y loca de mi vida. Todos por allí tirados, agarrados como peleles a cualquier cosa, armados con cuchillos y desesperadamente cortando lo que podíamos.

Teníamos las manos heladas, pero conseguíamos cortar cada vez más y más. De alguna manera, la vela de repente dejo de inflarse, para ahora estar hecha jirones. Seguía haciendo resistencia, pero el velero ganó medio nudo de velocidad, suficiente para pasar rozando los acantilados, pero conseguimos meternos de nuevo poco a poco al interior de la bahía. Mientras tanto el velero ¡¡toco dos veces en el fondo con el casco!! y gracias a que es de acero lo soportó.

Nos metemos al puente exhaustos, y el capitán nos dice que hemos librado los acantilados, pero necesitamos quitar más vela para poder gobernarlo, ahora el problema es que todo lo que se movía por cubierta ha destrozado el radar, casi todas las comunicaciones y electrónica, ahora no vemos en la oscuridad al resto de los barcos que están muy cerca, también navegando y capeando el temporal. Además giramos sin control 360º continuamente, y sin duda hemos ganado una batalla pero ni de lejos la guerra.

Tenemos que volver a salir de nuevo. ¡¡Es de locos!! Pero ya no hacemos preguntas, seguimos vivos todos. Luis Turi está desesperado de vernos incluido él, en esa cubierta llena de objetos que salen disparados y barridos literalmente por las olas, cortando hasta la estenuación trozos de velas, cuerdas… Estamos actuando como autómatas, cortar, cortar, cortar,..

Hay una gran superficie de tela especialmente violenta que se abanica sin piedad y hay que cortarla sí o sí. Nos organizamos y subimos al mástil de nuevo Luis Turi y yo. Luis me sujeta y yo, que peso menos, subo algo más y me pongo a cortar un amasijo de tela superresistente, fibra de vidrio y cables acerados. Tengo que utilizar la sierra, y esta parece que funciona. Me empleo con toda mi fuerza, y en un golpe de mar donde el barco se inclinó tanto que casi desde el mástil rozamos el mar, una ola nos cubre por completo y le golpeo fuertemente con la sierra a Luis en la cara. Le he cortado y sangra abundantemente. Me he cobrado la segunda víctima.

Me digo a mismo que tengo más peligro que el de la película de manos tijeras, pero en esta situación le puede pasar a cualquiera. El caso es que conseguimos cortar ese mazo, de telas, kevlar, y acero. Además María y Emilio, junto a Marcelo, conseguimos hacer una labor increíble, aunque ha quedado todavía bastante tela. Mientras tanto el Niño decide por su cuenta salir a quitar un trozo de tela y cuerdas que estaba atascado junto al puente. Nacho hizo una labor tremenda ayudando a gobernar el barco, entre una de sus muchas tareas tenía que mantener limpio los cristales del puente para que el capitán pudiera ver algo, además de ayudarnos a todos con los trajes y herramientas para trabajar fuera. Él quería salir pero necesitábamos su ayuda dentro.

Nos juntamos dentro del puente, extenuados, empapados casi sin visión del agua salada y el impacto de la nieve y hielo que nos golpeaba sin piedad, y todos miramos el ploter a ver en qué punto del mapa estamos, pero seguimos sin radar, y aquí la experiencia del capitán es decisiva, porque desde el barco de la armada chilena nos dice donde nos encontramos con su radar y Roger lo interpreta para poder esquivar al resto de los barcos. Recordad que estamos en una pequeña bahía cerrada, y esto es dificilísimo, teniendo menos de un nudo de velocidad.»

Fuente: Desafío Extremo

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