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«La balsa de la medusa», el inicio de una nueva era en el Salvamento Marítimo

8 noviembre 2016

En el Museo del Louvre de París podemos encontrar una obra muy importante en el romanticismo francés, «La balsa de la medusa».

El cuadro muestra con gran crueldad la muerte, canibalismo y desesperación tras un naufragio, que podría ser sólo un cuadro, pero «La balsa de la medusa» es más que eso, es la imagen de un suceso ocurrido en 1816.

De no ser por la pintura de Jean-Louis André Théodore Géricault, la noticia del naufragio de la fragata Medusa, no habría llegado a mucha gente en la época.

En 1816 la fragata francesa Medusa, encalló frente a las costas de Senegal, de manera que 150 personas acabaron a bordo de una balsa sin víveres y abandonados a su suerte a la deriva

Tras la Restauración, los Borbones recompensaron a Chaumareys, un leal a la monarquía, con la fragata Medusa aunque que poco sabía sobre navegación, y le encargaron llevar el barco desde Francia a Senegal en el verano de 1816.

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Cuando el capitán, a pesar de las quejas de los marineros, ordenó acelerar la nave para alcanzar antes su destino, el barco naufragó, encallando en un banco de arena perfectamente dibujado en los mapas.

Chaumareys y los oficiales se subieron a los botes, mientras que 150 marineros y soldados, así como una cocinera, se apiñaron en una balsa improvisada, de 15 por 8 metros.

En principio la balsa debía ser remolcada por los botes hasta la costa, pero Chaumareys, al verse lastrado por su peso, decidió soltar las amarras y abandonar la balsa y sus ocupantes a su suerte.

En aquella balsa se vivió de todo, motines, asesinatos, canibalismo, suicidios… solo 10 personas sobrevivieron de aquel espanto, tras ser rescatadas por otro navío, el Argus, después de 13 días.

El gobierno francés no dudó en intentar ocultar la historia, ya que un hecho tan vergonzoso no hubiese dado más que problemas a la recién instaurada monarquía post-napoleónica. Aun así, fue un escándalo y el tema perfecto para un joven pintor que quería darse a conocer a toda costa.

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En 1817, dos de los supervivientes de la expedición, el cirujano Jean-Baptiste Savigny y el ingeniero y geógrafo Alexandre Corréard, publicaron un libro titulado «Naufragio de la fragata La Medusa«.

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En el se relató los hechos que ocurrieron en la balsa y se denunciaban tanto la negligencia y la cobardía del capitán como la atrocidad de los marineros aterrorizados y ebrios.

Se desencadenó entonces una indescriptible emoción en Francia. Gacetas, panfletos y grabados empezaron a evocar con todo lujo de detalles el horror del acontecimiento.

La oposición liberal al régimen borbónico aprovechó el asunto para denunciar la incompetencia de la monarquía restaurada, forzar la dimisión del ministro de la Marina e instituir un consejo de guerra contra Chaumareys, que fue condenado a tres años de cárcel.

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Gericault dedicó 8 meses de incesante estudió para crear la tela que hoy se puede admirar. Para lograrlo, entrevistó a los supervivientes, se sirvió de restos humanos para comprender más a fondo la muerte e incluso construyó una maqueta a escala de la balsa.

Y aunque en una primera instancia el cuadro no tuvo la repercusión que Gericault deseaba, todo ese esfuerzo fructificó en lo que hoy en día es una de las obras más destacadas del romanticismo francés.

No se puede dejar pasar por alto el mensaje de denuncia al poder dominante que se intenta transmitir, convirtiendo este cuadro pionero en ese aspecto. Y es que es inevitable establecer un paralelismo entre los hechos ocurridos y la imagen de los dirigentes dejando a la deriva a su pueblo. Como ya se dijo en su época, “en esa balsa iba todo el pueblo de Francia”.

Desde aquí y en diversos países (especialmente en el Reino Unido) irían surgiendo asociaciones e iniciativas que acabarían por conformar los medios de salvamento en la mar con los que contamos hoy. En España, desgraciadamente tuvimos que esperar muchos más años.

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