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Justicia y mamiferos marinos

28 diciembre 2009

delfibomb11

Por primera vez, la justicia se pone de parte de los cetáceos para acotar el uso de tecnología sonar en unas maniobras militares de la la armada estadounidense. La juez federal Florence-Marie Cooper dictó una sentencia histórica. En las maniobras militares programadas por los norteamericanos para dentro de un año, no podrá utilizarse el sonar tipo MFA (Mid-Frequency-Active Sonar) en una franja costera de más de 22 kilómetros en California, considerada un santuario de cetáceos.

La juez se basa, entre otros, en los estudios científicos de Robin Baird, en Washington, en los que el investigador demuestra la causa-efecto de determinado tipo de aparatos cazasubmarinos. El sistema de detección de sumergibles utiliza embarcaciones en las que se coloca un emisor-receptor de ondas de alta intensidad y baja frecuencia, capaces de detectar un objeto a más de 100 kilómetros de distancia. 

En este radio, las ballenas detectan las ondas, por lo que pueden huir apresuradamente del lugar o, en el peor de los casos, perder el control y varar en las playas tras sufrir graves daños, como hemorragias internas o accidentes de descompresión.

La sentencia judicial tiene tras de sí una larga historia de varamientos y muertes poco explicables relacionadas con maniobras militares. Ya en 1998, un artículo publicado en la revista Nature por el investigador Alexander Frantzis daba como principal motivo del varamiento de 14 ballenas en playas griegas las maniobras de la OTAN con tecnología similar, (Low Frequency Active Sonar). 

»Me costó el puesto de trabajo en mi universidad», comenta Frantzis, al que después volvieron a incorporar como profesor de investigación. Era demasiada coincidencia, no podía ser que una especie como el zifio, que apenas sufre varamientos, se encontrase desperdigado por las playas justo después de unas maniobras militares. «Las ballenas, cuando varan por desorientación u otras causas, lo suelen hacer todas en un mismo punto», comenta. «Pero, en las playas de Kyparissiakos, las ballenas se encontraban alejadas unas de otras, como salidas de puntos muy distintos», asegura el profesor. 

Tras un largo recorrido, la ciencia ha demostrado las posibles causas que provocan los varamientos y muerte de estos mamíferos marinos a través de rigurosos estudios, en una carrera contrarreloj acelerada durante esta última década. Y lo más curioso es la causa que los provoca: según la hipótesis científica más plausible, los animales -delfines, calderones, zifios- podrían identificar las señales de baja frecuencia de los cazasubmarinos con los infrasonidos emitidos por las orcas. Robin Baird explica las consecuencias de esta confusión: «Presos del pánico, los animales de estas especies subirían a la superficie sufriendo graves lesiones por la rapidez del ascenso, que los mataría tras un accidente de descompresión súbita». 

La US Navy acata a regañadientes la sentencia de la juez Florence-Marie Cooper, pero no está de acuerdo con ella. Este tipo de sistema de detección es considerado básico para la defensa nacional, pues con pocos barcos se puede abarcar un área muy grande gracias a la potencia de estos aparatos. A pesar del reducido tamaño del espacio en el que se prohíbe la utilización de este tipo de tecnología en las costas de California (más de un científico lo ve como algo casi simbólico), el resultado de años de investigación ha desembocado en una sentencia sin precedentes.

En España ya existe un acuerdo 

En 2002, unas maniobras para probar la potencia de los detectores submarinos provocaron el varamiento de 27 cetáceos, de los cuales 14 murieron. A raíz de este incidente, en 2003, el Ministerio de Defensa español comenzó a reconocer los posibles efectos de las maniobras militares como causa de mortalidad de los cetáceos, pero no ha tomado cartas en el asunto hasta fechas muy recientes. 

El 17 de diciembre de 2007, se firmó un convenio de colaboración entre el Gobierno canario y los ministerios de Defensa y Medio Ambiente. Según este acuerdo, se invertirán 800.000 euros durante los próximos tres años para comprender mejor la distribución, abundancia y comportamiento de los cetáceos presentes en el archipiélago canario. Además, se limitan claramente las maniobras militares a más de 50 millas náuticas de la costa y se restringe el uso de determinado tipo de aparatos para no perjudicar las poblaciones locales.